La dureza y el pH son importantes pero no determinantes en el control de la calidad del agua de las albercas.
La dureza excesiva del agua provoca como siempre formación de sarro en el equipo y materiales con los que el agua está en contacto. Si se detecta este problema, el agua deberá tener un tratamiento previo de ablandamiento o se pueden agregar químicos, como por ejemplo, tratamiento con fosfatos, para mantener
en suspensión el calcio y el magnesio.
El pH del agua deberá estar entre 6.5 y 8.5. Fuera de este rango se pueden presentar problemas de turbidez
en el agua ya que el clarificador no actúa correctamente. Para corregir por el pH se emplean modificadores
tales como hidróxido de sodio (sosa cáustica) para subir el pH o acido clorhídrico (acido muriático) para
bajar el pH del agua.